21 de marzo de 2010

La puerta

Detrás de aquella puerta estaban sus sueños. Nunca se había atrevido a abrirla, pero sabía que estaban allí. Esperándola. Todas las noches recorría el pasillo que la llevaba hasta la puerta, se acurrucaba junto a ella con la cara pegada al frío roble y escuchaba los sonidos que llegaban desde el otro lado. A veces escuchaba músicas y risas, otras veces, cascos de caballos cabalgando por inmensos campos de batalla, a veces, sin embargo, solamente le llegaba el sonido del viento.

Aquella noche un hermoso canto llegaba desde la puerta e inundaba el pasillo de belleza. Era un canto sereno, sentido, dulce y terrible. Le resultaba imposible identificar si se trataba de una voz masculina o femenina y cantaba en un idioma que nunca antes había escuchado, pero comprendía cada palabra lanzada. Era como la voz de Dios.
Conmovida, se acercó a la puerta que la separaba de sus sueños y, como cada noche, se acurrucó a su lado. La voz seguía cantando su leyenda y hablaba de lugares mágicos e increíbles aventuras, hablaba del pasado y del futuro, cantaba todo aquello que ella siempre había soñado.
Se llenó de coraje y se puso en pie. Tras unos minutos sujetando el pomo, se decidió a girarlo.
La puerta se abrió y una fresca brisa rozó su rostro. No daba crédito a sus ojos.
Detrás de aquella puerta no había más que un lienzo en blanco, media docena de pinceles y un millón de acuarelas.