12 de agosto de 2009

Una mañana más

Aquella mañana Alicia se levantó temprano. Sus pesadillas habituales se habían pasado toda la noche atormentándola, así que no esperó a que los primeros rayos de sol asomaran por su ventana para saltar de la cama. Desnuda, se dirigió a la ventana y retiró las cortinas. Aquella mañana el mundo era gris, como lo había sido siempre. Una neblina espesa cubría las negras calles por las que circulaban en silencio miles de personas, todas vestidas de gris y todas sin alma.

Después de asearse y enfundarse su traje, caminó hasta la oficina de su orientador, al otro lado de la ciudad.

- ¿Qué tal has pasado la noche?- preguntó el orientador con una sonrisa de hielo en los labios. Parecía una pregunta inocente, pura cortesía. Pero Alicia conocía muy bien sus intenciones.

- Muy bien, gracias.

- ¿No has vuelto a tener pesadillas? En mi informe aparecen ciertas anomalías del sueño sufridas anoche...- Ya saltó la liebre.

- ¿Entonces para qué me pregunta, si sabe mejor que yo misma qué tal he dormido?

- Alicia, esta situación se está alargando demasiado. Llevo meses viéndote venir a mi despacho, sentarte en la misma silla, contarme las mismas mentiras...¿no sería más sencillo para todos que finalmente decidieras someterte y convertirte en una ciudadana más?

Durante unos minutos, Alicia consideró la idea. Siempre se negó a recibir el tratamiento de integración y además llevaba casi un año sin tomar las drogas del cambio. Desde la ocupación, todas y cada una de las personas que conocía y amaba, sin excepción, se habían sometido. Apenas quedaban en toda la provincia un par de personas que, como ella, se habían negado al cambio y sufrían las consecuencias de tal decisión. ¿Por qué no?, pensó. ¿Por qué seguir sufriendo, empecinada en conservar mi alma? Sería tan sencillo acabar con todo esto...

- ¿Por qué no me han obligado?

- Ya sabes que el cambio debe ser voluntario- respondió el orientador en tono condescendiente.

Mientras dos asistentes del Centro de Orientación para el Cambio la acompañaban a la sala de proyección, Alicia se despidió mentalmente de todo lo que hasta entonces le era conocido. Cada sentimiento, anhelo, impulso, creencia e instinto que conformaban su alma, desaparecerían en cuanto la droga que le acababan de inyectar hiciera su efecto y serían sustituidos, gracias a las proyecciones reeducativas, por un nuevo pensamiento común a todos los ciudadanos del planeta, completando así su proceso de cambio.

Tras un par de semanas de proyecciones las pesadillas, la ansiedad, la desazón habían desaparecido por completo. Alicia se levantó con las primeras luces de la mañana y se acercó a la ventana para descorrer las cortinas. El mundo seguía siendo gris y las calles seguían atestadas de personas que caminaban en silencio. Contempló durante unos minutos la escena intentando recordar qué era aquello que tanto la había perturbado durante el último año, pero no lo consiguió y, a decir verdad, ya no le importaba.



3 comentarios:

David dijo...

Me gusta. Oscuro y cargado de intensidad.

Pero ambos sabemos que con el tiempo, Alicia y otros muchos recordarán y despertarán, y lucharán por su libertad como jodidos cabrones...

El imperio nunca terminó.

Anónimo dijo...

Me gusta. Fantástico texto.

zorro dijo...

Saludo mi hermano, desde San Pedro de Macorís, República Dominicana.
Esta muy bien su ensayo poético, sobre todo siempre se debe elevar el nivel de conciencia de la gente.
Un abrazo.