5 de agosto de 2009

Reflexion

Alguien me contó una vez que había conocido a una mujer maravillosa. Se estaban empezando a conocer y todo iba sobre ruedas. Él estaba convencido de que aquella mujer era la que había estado esperando tanto tiempo y me aseguró convencido que se estaba enamorando de ella. Pasamos toda la tarde juntos charlando de su relación y cuando nos despedimos prometió llamarme en otra ocasión para contarme que tal iban las cosas con su nuevo amor.
Pasaron las semanas y no supe nada de él, hasta que un día, por casualidad, nos encontramos en la calle. Le vi un poco desmejorado, así que le pregunté qué tal iba su relación con aquella mujer de la que hablamos la última vez que nos vimos.

- La he dejado- me dijo.
- ¿Por qué?- pregunté asombrada- ¿no resultó ser como tú esperabas?
- Era eso y más, tanto que, cuando me confesó que me amaba y que esperaba tener algo más serio conmigo, me asustó tanto la idea de que pudiera decepcionarla, que la dejé.

Aquello me hizo pensar ¿será por eso que llenamos nuestras vidas de relaciones edulcoradas en lugar de comprometernos en una relación seria? ¿porque tememos decepcionar a las personas que más amamos?

Alguien dijo una vez que "porque alguien no te ame como tú quieres que lo haga, no significa que no te ame con toda su alma".

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